Ayer mientras paseaba por el paseo de San José (Almería) vi a un niño corriendo y llorando desesperado… No alcanzaba los tres años de edad y su llanto era tres veces mayor que él. Corría desesperado con los ojos cerrados, por lo que no tenía rumbo fijo, y tampoco parecía que le importara. Estaba desesperado, todo le daba igual. Caerse, chocarse, golpearse, hacerse daño no eran cosas que le importaran él ya estaba sufriendo, ya estaba experimentando la palabra dolor. ¿Qué más daba lo que pudiera venir?
A veces pasa, no nos importa lo que pueda venir de fuera porque el dolor interno es tan grande que lo demás da igual.
Lo bonito de esta historia es que mientras él corría vi a otro niño, algo mayor que él, que se puso delante suyo e hizo lo más bonito que un ser humano puede hacer por otro. Le cogió de los brazos le miró con todo el amor del mundo y le dijo: «Para!» Sonó tan fuerte, tan real, tan bonito…
Y a veces eso también pasa, necesitamos que alguien con todo el amor del mundo nos coja y nos diga «Para!» «Para!» Deja de hacerte daño, deja de lesionarte, deja de sufrir…
No hay acto más bello, no hay acto más humano que ayudar a otro ser humano a que deje de sufrir.
Mercedes Alberola